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jueves, 6 de noviembre de 2008

*asturgalaicas*


La mujer se sobresaltó. Agarró el puñal con más fuerza y se puso en guardia. Todos sus sentidos estaban muy agudizados. De su abuela había heredado la brujería celta y se sentía orgullosa de ello, por lo que estaba todavía más en contacto con la naturaleza. Cuando quería y se concentraba lo oía casi todo. Hasta el caer de las hojas en otoño. Por eso, cuando escuchó un chasquido entre los arbustos, Kara se quedó parada, quieta, alerta. Justo se dio la vuelta en el momento en que un jabalí corría hacia ella, con el propósito de embestirla. Kara saltó hacia un árbol y se tiró rápidamente encima del animal salvaje, al que mató con su espada corta y su puñal. Era cazadora. Desde pequeña había sido entrenada, por mandato de su padre y permiso de su madre, para defenderse, protegerse, a ella y a su pueblo, y para cazar. Sabía cómo matar. Pero todo se había vuelto del revés cuando asesinaron a sus padres, sus propios tíos, para que su tía se hiciese jefa de tribu…siempre y cuando también se deshicieran de ella, única y legítima heredera de su madre. Por eso se marchó de Luggones y decidió vivir en cualquier otra parte. Sobreviviría, de eso estaba segura. Sus padres se habían encargado de ello.

Estaba anocheciendo, así que encendió una hoguera y colocó su manta sobre el duro suelo, en un claro del bosque. Se apoyó contra una roca y miró pensativa la manera en que el fuego crepitaba. Veía formas, figuras, situaciones. Muy borrosas. Además, no quería ponerse a pensar en lo que podrían significar. Ya tenía bastantes problemas en que pensar como para ponerse a intentar averiguar lo que le decían las llamas. Se tapó con la enorme manta y cerró los ojos, aunque sin dejar de estar alerta por si la noche le guardaba algunas sorpresas.

De repente todo cambió de forma. Ya no estaba en el duro y frío suelo del claro de un bosque. Se encontraba en la ladera de una montaña. Casi toda roca, bastante escarpada. Aunque Kara sabía escalar perfectamente, debajo de su sandalia de cuero una roca se desprendió e hizo que resbalara y quedara agarrada por un saliente en una roca, colgando a unos diez metros de altura. En la caída se había golpeado con la piedra y se había golpeado en varios lugares de su cuerpo, dejándola dolorida y con menos capacidad para poder subirse al saliente en condiciones. Cuando estaba a punto de caer pendiente abajo, unas manos pequeñas pero fuertes y ágiles la sujetaron y poco a poco la ayudaron a subir al saliente sana y salva. Miró a la cara de su salvador. O mejor dicho salvadora. Todo comenzó a girar y Kara despertó sobresaltada, de vuelta en el bosque, de noche, con la hoguera ya apagada. No pudo menos que preguntarse si lo que había soñado había sido una de sus predicciones. Lo más raro es que cuando en su sueño estaba casi a punto de caerse y matarse, no tenía miedo, sabía que alguien la ayudaría. Y cuando vio la cara de su salvadora no la consideró extraña, es más, les sonrió. Aunque Kara, en este preciso instante, no conociera a ninguna mujer con esa cara. Por lo tanto, su sueño había sido una predicción de futuro. Parece que no iba a estar sola. Iba a tener compañía, al parecer.

Kara se volvió a recostar, con el ceño fruncido. La cabeza le daba vueltas una y otra vez. No podía dejar de pensar. Entre sus tíos, estar pendiente de que ningún animal salvaje la atacara y la predicción de su sueño…decididamente no podría dormir en condiciones.

A la mañana siguiente recogió sus cosas y las metió en el saco que llevaba de viaje. Y emprendió el camino hacia su nueva vida, su nueva libertad. Se dirigía a occidente, hacia donde se ponía el Sol. Tendría que atravesar esas montañas escarpadas, en algún momento. Se preguntaba cuándo se encontraría con la mujer que conocería en ese futuro próximo. Y en qué circunstancias.



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Ya sabes lo que tienes que hacer, Lacor. Continúa. Un beso nene.




1 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja ya sabeis teneis q seguir no nos podeis dejar con la intriga.
soy ro