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domingo, 15 de marzo de 2009

Amante furtiva




-¿A las ocho? Vale, me viene bien…- cuelgo el teléfono y llamo corriendo a mis amigos para decirles que no podía salir con ellos. Ni siquiera me paré a pensar si les iba a parecer mal o no, cuando él me preguntó si podía quedar le dije que sí automáticamente, no cabía en mi vocabulario la palabra “no”.

Ocho de la tarde. Por fin le veo. Hacía tanto que no nos veíamos…Como si fuéramos dos amigos del pasado, nos vamos a un bar y tomamos algo. Luego, sin consultarlo el uno con el otro vamos a donde siempre, nuestro pequeño motel. A la misma habitación de siempre. ¡Cuántos recuerdos, qué dulce es cada momento que paso al lado de él! Sin duda puedo decir que estoy loca y perdidamente enamorada. Pasamos unas horas juntos, luego, como siempre, todo se enfría y él recoge sus cosas para marcharse. Eso sí, me colma de atenciones y de besos. Me llena los oídos de promesas de llamadas en un breve período de tiempo. Y yo sonrío y en mis ojos brilla el amor y la esperanza.

Pocos días después paseo por la calle, con el recuerdo de su tacto y de su sabor, todavía con su voz cantándome al oído. Es entonces cuando le veo. Cogido de la mano va con su novia, que lleva la cabeza alta y sonríe orgullosa. Ella no tiene que esconderse, ella le tiene ahí. Es entonces cuando llega el dolor en mi corazón, como me pasa siempre que les veo. Por supuesto, lo disimulo bien. Él me ve, él la mira, y sigue andando hacia delante, como si no me conociera. Es así y yo lo sé. Pero, aunque sé que esto me está matando, sigo esperando la llamada que él me ha prometido. Sigo deseando meterme con él entre las sábanas. Sigo siendo la misma tonta enamorada de todos los días.

No voy a ser hipócrita ni me voy a mentir a mí misma. Sé que esto no se me va a pasar. Por eso no le intento poner remedio. Eso sí, algo tendrá que cambiar. Puedo aguantar el dolor, aunque sea tan profundo. Lo que no puedo soportar es el sentirme tonta. Sé que lo soy por seguir detrás de él, pero no quiero sentirme así.

-¿A las ocho? Donde siempre…Sí, claro que puedo- cuelgo el teléfono con el corazón rebotándome con fuerza en el pecho. Como siempre le digo que sí sin pensarlo dos veces y me voy a su encuentro.

Ocho de la tarde. Por fin le vuelvo a ver. Le echaba tanto de menos…Esta vez nos vamos directos al motel. Lo siento todo aún más fuerte. Hay más caricias, más pasión, incluso puedo oler el amor en el aire. Le quiero tanto…Hasta él se da cuenta de que esta vez algo es distinto. Todo es más ansiado, los dos estamos ávidos el uno del otro. Horas más tarde, me levanto de entre las sábanas arrugadas. Me visto sin prisa, pero sin pausa. Recojo mis cosas y voy hacia la cama. Él me mira extrañado, asombrado de que sea yo la que se va antes esta vez. Yo le sonrío de lado y le beso suavemente en los labios. Le susurro un “te quiero” y me doy la vuelta sin mirar atrás. Los dos supimos lo que eso significaba, el final de algo bello quizás, una despedida. Salgo de la habitación con el corazón destrozado, pero por lo menos he podido recuperar algo de mi orgullo. No soy yo la que se ha quedado por última vez sola en una habitación de motel. No soy yo, es él.



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Un besito a todos.

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