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viernes, 26 de junio de 2009

Misterioso caballero


La niña se despertó cuando ya el sol era apenas un recuerdo. Estaba todo oscuro, las cortinas de color verde esmeralda echadas, la puerta cerrada y ella en medio de aquel cuarto tan grande sintió miedo. La chiquilla sabía que los monstruos no existían pero en la oscuridad siempre pasaban cosas malas por eso las niñas buenas no salían de noche.
Una muchacha joven entro en el cuarto, llevaba un vestido viejo y ajado, portaba una vela casi consumida. Se acercó a la niña, reunió toda la valentía que pudo y se lo dijo, quería ser ella la primera en decírselo.
- Joven Sábela lo siento mucho- la doncella se echó a llorar sin razón aparente, Sábela supo en ese instante que a su madre le había pasado algo fatal.- tu madre...
- Déjalo Marina- la niña aguantaba las ganas de llorar, ella era digna hija de su padre.- déjame soñar que veré a mi madre al día siguiente. Por favor.
Marina asombrada por las palabras de su joven dama se fue. La madre de la chiquilla murió en el parto con terribles dolores. El bebe que había sido un niño, el heredero tan ansiado por su padre, no sobreviviría a la semana.
Dos días después Sábela fue nuevamente avisada que su hermano había fallecido. En esa ocasión tampoco lloró. Su padre sólo era la sombra del hombre que un día había sido. El gran amor que profeso a su esposa lo estaba consumiendo. Se apoyaba en su hija mayor, Carina de 15 años. Con ella daba largos paseos y hablaban del pasado. Sábela los veía desde su ventana, se sentía sola, abandonada por los seres que más quería.
Los años fueron pasando y Carina se convirtió en una joven casadera. El cariño con su padre había crecido y la educaron para ser la dueña y señora del castillo. Mientras tanto Sábela que había cumplido 16 años era olvidada por todos los habitantes del feudo. Su padre apenas la miraba, se parecía demasiado a su madre. Carina se convirtió en una mujer altiva y egoísta donde en su corazón no había sitio para la hermanita tan necesitada de cariño.
Sábela se escapaba por las noches en su yegua Tenebrosa buscando la luz de la luna. Odiaba la oscuridad, las habitaciones cerradas y los lamentos de su padre cuando se iba acostar demasiado bebido. En lo que alguna vez había sido su hogar ya no se sentía a gusto.
Una noche vio a un hombre joven, alto, de anchos hombros y porte majestuoso. No sintió miedo como debería dado el caso. Estaba acostado junto a una fogata para calentar su entumecido cuerpo. Sábela se acercó, era curiosa por naturaleza.
- ¿Qué hacéis en los terrenos del Barón Manchego?- Digo con voz autoritaria como había escuchado multitud de veces a su hermana.
El hombre se levantó de un salto portando una pesada espada. Se le veía aterrados pero Sábela tampoco sintió miedo.
- ¿Cómo osáis...- a ver ala mujer que tenía delante las palabras se le escaparon. Parecía una hada. Un hada con ojos fieros y cabellos revueltos pero hada al fin y al cabo. Con voz imponente preguntó- ¿Quién sois vos bella dama?
- Creo que eso lo debería preguntar yo ya que usted es el intruso.
- No os puedo revelar mi nombre.- su mirada se nubló.
- ¿Sois un asesino?
El hombre se echó a reír con semejante pregunta. La mujer tenia arrojo.
- He matado pero siempre para defender mi vida. Pero estate tranquila no tengo intención de ofrecer más vidas a los dioses.
- Me puedes llamar Sábela. ¿Cómo debo llamarte misterioso caballero?- mientras formulaba la pregunta sentó a su lado.
- Puedes llamarme como usted prefiera ninfa de los bosques.- La miraba con ojos tiernos pero con un brillo de depredados que a Sábela le gustó.
Sábela y el misterioso caballero se encontraron en multitud de ocasiones en donde ninguno desveló su identidad. El caballero le enseñó a manejar una espada tras la insistencia de la bella dama. Mientras Sábela le contaba historias de hadas y grandes luchadores celtas. Pronto se convirtieron en amantes. Las palabras de amor endulzaban el oído de la muchacha mientras que el caballero se recuperaba de las heridas de su corazón.
En una de las escapadas de su hermana Carina la siguió y descubrió a los jóvenes amantes. Ella reconoció al misterioso caballero. Era Fernando del Castillo heredero desaparecido del poderoso condado de Vilagarcia. Sintió envidia por su hermana. Por ello trazo un plan. No permitiría que la niñata se quedará con su principito.
Corrió hacia el castillo mientras los enamorados abrazaban.
- Padre, padre- gritó la envidiosa hermana.- Sábela está en el lago coqueteando con un traidor a la corona.
- ¿Qué dices niña dorada?- el hombre estaba medio entumecido por el sueño pero cuando hubo escuchado la explicación de su hija predilecta se levantó de un salto y cogió su espada dispuesto a remediar ese caos.

Mientras se vivía un caos en el castillo Sábela estaba feliz. No había preocupaciones ni desprecios. Sólo era una joven en brazos de su enamorado. Pero quería saber quien era él. Le había dicho que era un guerrero y por sus maneras sabía que era noble.
- Por favor decidme quien eres.- rogó.
- Si te lo dijera ya no jamás me amarías. No puedo chiquilla.
- Tu bien sabes quien soy yo. Sé que eres un noble, guerrero diestro y por algún motivo huido. Decidme que es eso tan monstruoso que borraría mi amor por vos.
- Yo...
En ese momento su padre apareció ante ellos con una furiosa mirada.
- Chiquilla lujuriosa apártate de este traidor. Te mataré por tamaña afrenta.
El Barón iba directo hacía su hija para darle una buena tunda por su actitud desvergonzada.
Fernando se levantó presto y se dispuso delante de su amada para defenderla de todo mal.
- No osareis tocarla Barón. No juguéis así delante de un traidor como afirmáis.
Sábela estaba sorprendida. Un traidor no lo podía creer. Las lagrimas, que no derramó por la muerte de sus seres queridos o la soledad de sus años de adolescente, aparecieron finalmente.
- Explicaos Fernando, ya que ese es tu verdadero nombre.- exigió Sábela.
- Me llamo Fernando del Castillo. Indigno hijo de Luis y Sandra del Castillo. Guerrero temido en batalla y noble disoluto en la corte. Se me acusa de espía para los franceses. Y no pido perdón por ninguno de esos cargos.- su mirada era feroz, su voz dura e impasible.
- He escuchado tu historia en multitud de ocasiones. Aunque no de esa manera.- Dijo Sábela con el corazón roto.
Fernando la agarro por los hombros y sacudiéndola le grito.
- Tu que sabes chiquilla mimada. Nunca podremos estar juntos. Soy un condenado sin honor.
- Sábela vete con tu hermana a casa. Ya has avergonzado a la familia suficiente- Ordenó el barón.
- Sí padre.- volviéndose Sábela dijo.- Yo me enamoré del misterioso caballero, el que no tenía tierras, ni nombre solo su ofrecía su amor. Eso me bastaba.
Dicho esto la joven fue a montar a Tenebrosa. Pero algo se lo impidió. Un fuerte brazo.
- No, no te vayas. Escapémonos juntos bella dama. No soy hombre digno de ti pero todos los días que nos deparé la vida haré de tu vida dichosa.
El barón viendo el amor que se profesaban los amantes. Se acordó de su bella esposa y el amor que sentía por ella aún después de tantos años. También se dio cuenta del trato que la había dado a su hija y se sintió avergonzado. Pero podría hacer algo por ella aunque fuera tan tarde.
- Hija mía vete si es a él a quien amas.- Mientras que por su rostro corría sendas lagrimas- Perdona por el trato que te di. Quiero que seas feliz. Eres tan parecida a tu madre. Yo no podía aguantar ver que mi querida esposa se había ido. Pero estaba errado te dejó a ti.
- Padre yo...- el abrazo de padre e hija por fin fue dado sin sombras tenebrosas.
Carina viendo todo eso en la distancia se sentía humillada. Pero se dio cuenta de su derrota.
Sábela se fue con su amor.
- Siempre te amaré misterioso caballero.- dijo Sábela al pie de la sepulcro de Fernando.

Llevaron una vida dichosa recorriendo mundo. Ya nunca temió la oscuridad y tras 50 años la muerte se llevó a Fernando. Sábela volvió con su hermana. La belleza de ambas damas no se había mitigado con el paso de los años.
Carina al verla se abrazó a su querida hermana. Con los años había descubierto sus fallos y ahora solo ansiaba el perdón.
- Lo siento tanto hermanita. Nunca te protegí del dolor.
- No pasa nada Carina. Siempre supe que de una manera o otra me querías.
Sábela murió a los pocos años rodeada de hijos, nietos y bisnietos. Nunca volvió sentir la soledad. La enterraron junto a su gran amor y en la lapida pusieron:
“Aquí descansan dos amantes,
que nunca se doblegaron ante
la injusta autoridad”

2 comentarios:

none dijo...

soi noelia megusto mucho el relato. Es como los cuentos que me cuenta a veces.

Paula y Manuel dijo...

me encanta cómo te expresás!
lo hacés con mucha candidez y mucha fuerza.
Hay mucho camino por recorrer todavía y creo que vos tenés "muy buena materia prima"
No dejes de escudriñarte para sacar cada día un poco más de vos misma.
sigams en contacto.
que tengas buena semana
Paula y Manuel