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sábado, 25 de octubre de 2008

Maldita soledad.


Una chica camina por la calle, hace frío, cuando respira una humareda sale de su boca. Lleva un gorrito de lana puesto, unas botas de pelo, unos vaqueros ajustados y un jersey enorme de lana. Va caminando abrazada, no porque tenga frío, pues el jersey la abriga bien. Va caminando abrazada porque se siente rara, siento un peso, una bola, algo que la carcome por dentro. Sigue caminando, mira los escaparates, es Navidad, las personas caminan por las calles llenas de luces buscando regalos a última hora. Algunas parejas, cogidas de la mano, se dan besos robados delante de esos escaparates. La nieve empieza a caer. Poco a poco. Copo a copo. La chica se abraza más fuerte. No sabe qué le pasa. Llega al paseo de la playa y se sienta en un banco. Se pone a mirar el horizonte, la luna, ya brillante. Está oscureciendo. Una pareja joven está apoyada en la barandilla de la playa. Están abrazados. Se notaba que estaban enamorados. Contemplaban la luz de la luna reflejada sobre el oscuro mar. Y los débiles rayos de sol que aún quedaban. El chico miró a la chica, adorándola con la mirada. Ella giró la cabeza y le dio un suave beso en los labios. Era un beso cargado de sentimientos tiernos. La chica sentada en el banco, observando a la pareja, se estremeció. Ya sabía qué era lo que le pasaba. Ya sabía ese algo que la carcomía por dentro… Ella no tenía a nadie que la mirara así, que la abrazara de ese modo, y para ser sinceros, nunca lo había tenido. No tenía nada en su cuerpo, precisamente ese era el problema, la ausencia de ese algo. Se sentía vacía, se sentía…sola. Se levantó, todavía abrazándose y se dirigió a su casa. Mañana sería otro día, y mañana tendría cosas que hacer, no como ahora, y entonces no pensaría en su amarga soledad. Tendría que ocupar la mente. No quería pensar en ello, ya había pensado muchas veces y no le encontraba remedio. Simplemente se resignaría a no esperar ser como las demás personas que tenían una bonita relación, al menos por un tiempo, pero durante ese tiempo vivían cosas como aquella pareja bajo la luna. Se resignaría a no sentir esas mariposas aleteando en su estómago. Sería inmune al amor…. La chica abrió la puerta de su casa, sola, como siempre. Maldita soledad.

1 comentarios:

Halrrik dijo...

linda historia como siempre me encanta como escribes :)