CLICK HERE FOR BLOGGER TEMPLATES AND MYSPACE LAYOUTS »

domingo, 19 de octubre de 2008

Un mágico sueño


Un estruendo me despertó. Abrí lo ojos y me levanté. Estaba confundida. ¿Quién estaría en mi casa? ¿Sería amigo o enemigo? Con un simple camisón me encaminé hacia donde provenía el ruido. No tenía miedo. Era una mujer valiente. Mis pisadas no producían ningún sonido. ¿Cuánto llevaba dormida? No sabría decirlo. Cuando llegué al pie de las escaleras el barullo que escuché en un primer momento cambió. Ante mi se mostró una gran fiesta. Mujeres con vaporosos vestidos, hombres trajeados con una copa de licor en la mano y entretenidos escuchando la bella música que estaba sonando.
Parecía un sueño. Una deliciosa fantasía. Una luz me deslumbró. Fuertemente cerré los ojos por la molestia. Cuando la luz desapareció mi viejo camisón se había convertido en un bello vestido de seda azul. Mi pelo revuelto estaba peinado en un bonito recogido y mis pies estaban envueltos en unos delicados zapatos.
En ese instante todos se giraron a donde yo estaba y me sonrieron y me invitaron a unirme al festejo. Un joven vestido de militar se acerco a mí y me invitó a bailar.
Estuvimos toda la noche bailando. Ninguno de los dos dijimos nada. Nuestros nombres esa noche no existían. Los deberes estaban olvidados. Sólo estábamos él y yo. Cuando el reloj dio las 12 tuve miedo que todo eso desapareciera. Pero no fue así. Seguía siendo la pequeña princesita. Las elegantes damas miraban con aprobación la bella pareja que hacíamos, las jóvenes doncellas me envidiaban y los caballeros sonreían enigmáticamente.
El cansancio se adueñaba de mí pero yo no quería marcharme. Era un sueño, una fantasía, una ilusión. Al fin y al cabo qué era la vida si no un espejismo.
Pero todo se terminó. Tan rápido y doloroso que pensé que fuera un sueño. Las damas y caballeros se fueron. Mí soldado se desvaneció. Me quedé nuevamente sola en el vestíbulo vacío. Los músicos ya no tocaban. Mí vestido era nuevamente un camisón viejo y andrajoso. El sueño de la cenicienta sólo fue eso, un sueño.
Me encogí de hombros y subí de nuevo a mí habitación. Me acosté. Y me entregué a los brazos de Morfeo.
Nada quedó de esa noche. Sólo el recuerdo.

0 comentarios: