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viernes, 31 de octubre de 2008

Vivir, soñar y amar


Tendría que ser el día más feliz de su vida. Lo había estado preparando desde hacía más de un año con gran ilusión. Las flores cuidadosamente seleccionadas iban a juego con su ramo. La alfombra nupcial era de un precioso rojo. Las invitaciones eran de un papel finísimo y cómo no caro. Todos estaban esperando a que la novia, acompañada por su padre, caminaría hacia el altar al encuentro de su prometido. Su vestido era de un tejido valioso, de color blanco roto y con bellos bordados. El velo, el cual iba a juego con el vestido de novia, medía 3 metros. Sus zapatos de un diseño exclusivo era la fantasía de toda joven.
Las dudas se apoderaron de ella. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Él era su príncipe azul? ¿O al casarse con él renunciaría a sus esperanzas de encontrar al hombre destinado a hacerla feliz?
Los invitados esperaban, su madre había gastado mucho dinero en su elegante vestido. En su mano portaba el anillo de su abuela. ¿Qué le diría ella si estuviera a su lado? La necesitaba tanto. Su abuela se había ido hacía dos años pero aún abrigaba la esperanza de que pudiera verla una última vez. Verdaderamente estaba confusa. Como hacía siempre que el fiero control que ejercía sobre sus emociones se rompía cogió su neceser y retocó el maquillaje. Mientras se dedicaba a la tarea de embellecerse la vio. Era su abuela con su perpetua sonrisa, los hoyuelos que en otros tiempos realzaban su rostro. La angustiada novia se dio la vuelta pero allí solo había aire vacío. Disgustada volvió su cara al espejo y otra vez la imagen de su pariente estaba allí. Sin poder aguantar la emoción tocó el espejo. Sin pretenderlo viajó a un mundo lleno de luz, vegetación colorida y hermosos animales. Sin lugar a dudas estaba en el paraíso.
- Hija mía ¿qué aflige ese corazón tuyo?- Era la voz dulce de su abuela tenía un matiz alegre y aunque parezca inverosímil incluso lleno de vida.
- ¡Esto no puede ser real! Por dios si tu estas...- Se calló, cómo le iba a decir a una muerta que estaba muerta.
- Tenemos poco tiempo así que déjate de pantomimas. ¿Por qué te vas a casar con ese hombre? Ambas sabemos que no te hará feliz.
- Nana la verdad es que yo le quiero pero...- No sabía como continuar. Sus sentimientos estaban confusos.
- No podemos permanecer más juntas. Mi tiempo se acabó pero el tuyo sólo acaba de empezar. Vive hija mía. Vive.
Y como si nada hubiera pasado volvió al pequeño dormitorio donde momentos antes se estaba acicalando. No dudó. Su abuela había vivido, amado y soñado. Ella quería amar con todo su ser, vivir mil aventuras y soñar con su príncipe azul.
Se quitó el velo y lo posó con sumo cuidado encima de la pequeña cama. Deshizo el apretado moño y corrió. Corrió como nunca antes. Cuando estaba saliendo al exterior su padre la vio y llamó por ella.
- Sara ¿a dónde vas?
- Padre, quiero vivir, soñar y amar y con Carlos nunca podré.
Su padre la comprendió. Él sentía lo mismo aunque ya era tarde, pero para su hija aún no lo era.
- Pues corre Sara, corre. Que nadie frene tus pasos.- Cuando ya su hija no lo podía oír- Yo no lo hice a tiempo y acabé con tu madre- su voz sonaba melancólica e igual de triste que fuera su matrimonio.
Sara corrió. No cogió ningún coche. Le apetecía caminar. La gente se la quedaba mirando pero a ella le daba igual. Sólo importaba ella.
Un niño estaba corriendo detrás de una pelota y cuando cruzó la calle para cogerla Sara vio como el coche se acercaba peligrosamente al niño. Y sin pensarlo se puso entre el niño y el coche.
El golpe fue grande. Aunque nada que no se pudiera curar. El conductor del coche salió a toda velocidad a ver como estaba Sara.
- ¿Estás bien? Cuando quise frenar era demasiado tarde no vi al niño y...- Parecía a punto de sufrir un ataque al corazón.
- No te preocupes. Solo fue un golpecito.- Digo Sara con voz lastimosa.
- A mi me parece que fue un poco más que un “golpecito”.
Él conductor se llamaba Mario. Era un joven periodista con ganas de ver el mundo y informar sobre ello. No dejó a Sara ni un momento sola hasta corroborar que estaba bien. Y sin darse cuenta se enamoró de esa loca con vestido de novia que se arrojaba delante de los coches para salvar a niños pequeños.
Después de un mes ambos eran solamente amigos. Sara no se atrevía a dar el primer paso y Mario tenía miedo de que su heroína particular volviera a escapar.
Sin embargo un día...
- Mario. Aunque tu noble montura me haya atropellado creo que eres mi príncipe azul.
- Sara yo...
- No digas nada solo quédate a mi lado por siempre.
- No pides casi nada mi heroína.
Desde ese momento Sara soñó, amo y por encima de todo vivió.

2 comentarios:

Andrea González dijo...

Me ha encantado, Gill. De veras. Vamos, que no parece que lo hayas hecho a las tantas de la noche, niña! =) Me enganchaste desde el primer párrafo, jeje.
Un besazo.

Dori.

Anónimo dijo...

olaa, soy yo, rocio, otra ve. q pesa soy pero no m importa. m a ncantado no parece tuyo xq m gusta l giro q da la vida ya q mi vida tambien s asi d rara. ademas kiero ncontrar a mi principe azul. nos vemos bss